sábado, 26 de julio de 2014

SILOS







¿Qué sujeto vago del predicado “caza lechuzas a la luz del día” se parapetó  rezando en el ojo de silo?
   Es un pensamiento o tal vez una pesadilla en soporte digital. Tengo una colección nada desdeñable de fotografías de estos artificiales vacíos reales, y no por ello menos imaginables. Ya hace mucho que pienso en una caída libre sobre toneladas de granos de trigo, como un acto irreverente contra las leyes de la física y contra los principios cívicos más elementales de nuestro pan de cada día. He recorrido miles de quilómetros durante veinte años haciendo bolos por carreteras secundarias y puedo asegurar que no he dejado atrás con mi cámara ni uno solo de estos buques que aparecen a la deriva en medio del silencio del paisaje.
   En los medios de comunicación los equipos de emergencia llegaron tarde, como es de prever. Es imposible que un cuerpo caiga allí, sobre la superficie de la placenta fría de la madre que produce más de lo que necesitan sus engendradores, y se mantenga a flote. Sin embargo, nuestra criatura quiso tras un salto bucear plácida dentro de la vida de la vida. No lo logró. Los bomberos no pudieron hacer nada tras el estúpido salto de un pensamiento que pensó solo en sí mismo.
   Muy despacio fue respirando el aire inexistente en el interior de esta historia, de este texto que las palabras fueron ineluctablemente fabricando porque no existe en este mundo (de quienes quieren ser y quienes no) otro modo de encontrar solución a la interpretación de la emoción que no sea a través de las palabras. Intentó pensar en  qwertyuioplkjhgfdsazxcvbnm para que los lectores pudiesen hallar una pista acerca del sentimiento, estremecimiento, que producían en el protagonista el reportaje de cientos de silos contenedores de sobreproducción alimentaria.
   Parece que para escribir bien sobre lo que a uno le inquieta y llevar la cabeza alta ante la presencia de otros pensadores que podrían ayudarte a buscar símbolos para interpretar las vísceras de las emociones, tienes que hacerte de amigos que dicen que escriben, publican y piensan. Cuantos más sean mejor. Para ello simplemente te acercas a unos cuantos y apuntas con la mirada a sus pies con sonrisa ovejuna y dices pianísimo “yo también pienso”.
   Tuvo la tentación de escribir al paso de este texto que como Mahoma o Jesucristo antes es necesario retirarse al desierto. No pudo resistirse y escrito queda. Pero sabe que es solo un vulgar rodeo de la metáfora que le ayuda a flotar a pocos metros de la costa. Un sujeto más que se tira pedos en silencio. Un tesoro de mierda escondido. Tal vez Joyce y Borges renegaron del mismo modo de la política y el compromiso para obtener la Dicha Eterna. Él en cualquier caso se sentía estúpido, fuerte y solo.
 El bombero que hizo el trabajo no pudo evitarlo y extrajo de las fosas nasales los granos de trigo que sobresalían y los guardó en un bolsillo de su chaqueta. Componían justo el número de la sobreproducción.