¿Qué sujeto vago del predicado “caza lechuzas a la luz del
día” se parapetó rezando en el ojo de
silo?
Es un pensamiento o
tal vez una pesadilla en soporte digital. Tengo una colección nada desdeñable
de fotografías de estos artificiales vacíos reales, y no por ello menos
imaginables. Ya hace mucho que pienso en una caída libre sobre toneladas de
granos de trigo, como un acto irreverente contra las leyes de la física y
contra los principios cívicos más elementales de nuestro pan de cada día. He
recorrido miles de quilómetros durante veinte años haciendo bolos por
carreteras secundarias y puedo asegurar que no he dejado atrás con mi cámara ni
uno solo de estos buques que aparecen a la deriva en medio del silencio del
paisaje.
En los medios de
comunicación los equipos de emergencia llegaron tarde, como es de prever. Es
imposible que un cuerpo caiga allí, sobre la superficie de la placenta fría de
la madre que produce más de lo que necesitan sus engendradores, y se mantenga a
flote. Sin embargo, nuestra criatura quiso tras un salto bucear plácida dentro
de la vida de la vida. No lo logró. Los bomberos no pudieron hacer nada tras el
estúpido salto de un pensamiento que pensó solo en sí mismo.
Muy despacio fue
respirando el aire inexistente en el interior de esta historia, de este texto
que las palabras fueron ineluctablemente fabricando porque no existe en este
mundo (de quienes quieren ser y quienes no) otro modo de encontrar solución a
la interpretación de la emoción que no sea a través de las palabras. Intentó
pensar en qwertyuioplkjhgfdsazxcvbnm
para que los lectores pudiesen hallar una pista acerca del sentimiento,
estremecimiento, que producían en el protagonista el reportaje de cientos de
silos contenedores de sobreproducción alimentaria.
Parece que para
escribir bien sobre lo que a uno le inquieta y llevar la cabeza alta ante la
presencia de otros pensadores que podrían ayudarte a buscar símbolos para
interpretar las vísceras de las emociones, tienes que hacerte de amigos que
dicen que escriben, publican y piensan. Cuantos más sean mejor. Para ello
simplemente te acercas a unos cuantos y apuntas con la mirada a sus pies con
sonrisa ovejuna y dices pianísimo “yo también pienso”.
Tuvo la tentación de
escribir al paso de este texto que como Mahoma o Jesucristo antes es necesario
retirarse al desierto. No pudo resistirse y escrito queda. Pero sabe que es
solo un vulgar rodeo de la metáfora que le ayuda a flotar a pocos metros de la
costa. Un sujeto más que se tira pedos en silencio. Un tesoro de mierda
escondido. Tal vez Joyce y Borges renegaron del mismo modo de la política y el
compromiso para obtener la Dicha Eterna. Él en cualquier caso se sentía
estúpido, fuerte y solo.
El bombero que hizo el
trabajo no pudo evitarlo y extrajo de las fosas nasales los granos de trigo que
sobresalían y los guardó en un bolsillo de su chaqueta. Componían justo el
número de la sobreproducción.