viernes, 14 de junio de 2019

MI SMARTFHONE










Nunca pude soportar el ruido que hacían

los relojes despertadores en mi mesita de noche

Ni siquiera podía resistir aquellos pequeños a pilas

que tuvieron tanto éxito y que tenían un segundero

tan sutil que parecía un diminuto insecto intentando

escapar en mi inevitable duermevela

del eje rotatorio del mundo



Las noches que intenté dormir con aquellos vehementes

artefactos del sotto voce se convirtieron

en ejercicios oscuros y opuestos al arte iluminado

de pensar el tiempo y el espacio



Era como estar borracho con el punto malo

Lleno de ira lo enterraba  vivo en el cajón de la mesita,

Sepultaba inútilmente  entre calcetines

y calzoncillos al narrador de la nada

Era como si te condujeran con los ojos vendados

hasta el hueco de tu sueño eterno



Por desgracia no heredé de mis antepasados

el canto del gallo ni el movimiento de los astros,

ni tan siquiera un humilde solar para dormir tranquilo

y que me despertaran las campanas de las torres,

con esos golpes rígidos de badajo tan intensos

como los pálpitos en mi carne de la carne de la

mujer que más he amado

Para despertarme siempre he tenido que recurrir

a los favores de la inteligencia artificial

No obstante intenté aprender a despertar

solo con la ayuda de la intuición y los presentimientos

pero pronto comprendí que por más que lo intentara

el corazón y la mente van siempre unidos de la mano,

porque en el tiempo humano cuando uno se somete

el otro lo desprecia por su postración cobarde



 

Por suerte todo aquello quedó muy atrás

y ya ni me acuerdo de la primera vez que dormí profundamente

gracias a la complicidad de mi teléfono móvil



Desde entonces, al final del trasiego con las sábanas,

de mi respiración superponiéndose a sus caprichosos sonidos

de la sinergia del animal de la noche o viceversa,

de mi yo perdido dentro de mi cuerpo,

suena la alarma del terminal para decirme

con sigilo, in crescendo y con timbres matriarcales a la carta,

que es hora de regresar a un lugar siempre extraño



Tan solo algunos mensajes, más erráticos por mis costumbres

analógicas que por la más que demostrada

incompetencia transversal de la cuarta generación robótica,

me han causado una alteración cerebral hasta casi alcanzar

el umbral gamma en el vado del yo de la conciencia,

aunque en honor a la verdad han sido de la categoría nimia

de red social o de notificación de una compañía de comunicaciones


Mi smartfhone, cuando me encuentro en la fase delta,

Ilumina todas las noches mi habitación con una luz

en la que todo se funde en un color blanco,

tan intenso que si despertase quedaría ciego de por vida,

lo sé porque es mi sueño reiterado

la luz me transforma todas las noches en cosa de otra cosa

o esa otra cosa en parte de la cosa que comprendo

para  ser y estar inenarrable, sin forma ni estado,

solo,

devorado por esa luz transmoderna que vela mi descanso