Nunca pude
soportar el ruido que hacían
los relojes
despertadores en mi mesita de noche
Ni siquiera
podía resistir aquellos pequeños a pilas
que tuvieron
tanto éxito y que tenían un segundero
tan sutil
que parecía un diminuto insecto intentando
escapar en
mi inevitable duermevela
del eje
rotatorio del mundo
Las noches
que intenté dormir con aquellos vehementes
artefactos
del sotto voce se convirtieron
en
ejercicios oscuros y opuestos al arte iluminado
de pensar el
tiempo y el espacio
Era como
estar borracho con el punto malo
Lleno de ira
lo enterraba vivo en el cajón de la
mesita,
Sepultaba
inútilmente entre calcetines
y
calzoncillos al narrador de la nada
Era como si
te condujeran con los ojos vendados
hasta el
hueco de tu sueño eterno
Por desgracia
no heredé de mis antepasados
el canto del
gallo ni el movimiento de los astros,
ni tan
siquiera un humilde solar para dormir tranquilo
y que me
despertaran las campanas de las torres,
con esos
golpes rígidos de badajo tan intensos
como los
pálpitos en mi carne de la carne de la
mujer que
más he amado
Para
despertarme siempre he tenido que recurrir
a los
favores de la inteligencia artificial
No obstante
intenté aprender a despertar
solo con la
ayuda de la intuición y los presentimientos
pero pronto
comprendí que por más que lo intentara
el corazón y
la mente van siempre unidos de la mano,
porque en el
tiempo humano cuando uno se somete
el otro lo
desprecia por su postración cobarde
Por suerte
todo aquello quedó muy atrás
y ya ni me acuerdo
de la primera vez que dormí profundamente
gracias a la
complicidad de mi teléfono móvil
Desde
entonces, al final del trasiego con las sábanas,
de mi respiración
superponiéndose a sus caprichosos sonidos
de la
sinergia del animal de la noche o viceversa,
de mi yo
perdido dentro de mi cuerpo,
suena la
alarma del terminal para decirme
con sigilo,
in crescendo y con timbres matriarcales a la carta,
que es hora
de regresar a un lugar siempre extraño
Tan solo algunos
mensajes, más erráticos por mis costumbres
analógicas
que por la más que demostrada
incompetencia
transversal de la cuarta generación robótica,
me han
causado una alteración cerebral hasta casi alcanzar
el umbral
gamma en el vado del yo de la conciencia,
aunque en
honor a la verdad han sido de la categoría nimia
de red
social o de notificación de una compañía de comunicaciones
Mi
smartfhone, cuando me encuentro en la fase delta,
Ilumina
todas las noches mi habitación con una luz
en la que
todo se funde en un color blanco,
tan intenso
que si despertase quedaría ciego de por vida,
lo sé porque
es mi sueño reiterado
la luz me
transforma todas las noches en cosa de otra cosa
o esa otra
cosa en parte de la cosa que comprendo
para ser y estar inenarrable, sin forma ni estado,
solo,
devorado por
esa luz transmoderna que vela mi descanso