En Andalucía, en esta tierra que ha
demostrado a lo largo de los siglos ser una de las más propicias para la
tolerancia, la solidaridad y la convivencia,
se está fraguando en estos momentos en el ámbito de la administraciones
públicas y para mayor vergüenza de todos, en el espacio de la educación de
nuestros hijos, uno de los mayores atropellos laborales que se han conocido
desde el final de la dictadura franquista. El populismo, esa sombra de la que
todo el mundo huye, palabra que se entiende en el panorama político actual como
una etiqueta del ectoplasma y lo fantasmagórico, también ha logrado hacer mella
en las estrategias sindicalistas de este ahora maculado lugar del mundo.
Todos los sindicatos que se sientan en la mesa sectorial de la educación
no universitaria andaluza han caído en la vil tentación de dar de comer a un
hijo hambriento para que les roture los páramos en tiempo electoral y dejar a
otro morir de inanición. Otro que según sus lúcidas entendederas no sabe labrar,
ni recoger frutos, ni cuidar de la hacienda. Sin embargo, este, hijo luchador y
perseverante en esta tierra prometida, lleva lustros y décadas educando a los
andaluces y andaluzas mejor preparados de la historia. Este hijo/a se llama
interin@.
En la próxima colocación de efectivos planificada por la Consejería de
Educación de la Junta de Andalucía para el curso 2016/17, los funcionarios
interinos, que es así como los llaman ahora porque en verdad, y en esto no se
equivocan, funcionar sí que funcionan, van a saborear el licor de la
humillación y el despropósito. Van a comprobar borrachos de pena como esas
plazas vacantes que ocupaban hasta el día de hoy van a caer en manos de
funcionarios de carrera que quieran conciliar su vida familiar, vida que según
parece algunos tienen y otros no. Los interin@s que podían conciliar a duras
penas su vida familiar la van a perder, y en el caso de que la pudieran tener
la van a perder en favor de los funcionarios que según los sindicatos sí que
saben mover y abonar sus estrategias electoralistas. Quitarle a un colectivo de
miles y miles de maestros y profesores que se ganan sus maltrechos viáticos a
base de miedo y tiempo de servicio, para ofrecérselo a otro sector de
compañeros y compañeras va a suponer una situación de mayor precariedad en el
mayor sentido de la palabra.
Lo que no saben estos sindicatos que han ninguneado sin el menor
miramiento es que los muertos de hambre son capaces de sacar fuerzas de
flaqueza donde parece que no las hay. Sí, se están organizando. Me consta que
de tanta hambre que llevamos arrastrando a lo largo de tantos años, miles de
compañeros y compañeras nos estamos movilizando para acabar de una vez por
todas con la figura del fantasma de la interinidad. Vamos a dejar de ser
espectros de una vez por todas.