Dicho
de otro modo, si las tierras son generosas en el número de lagomorfos, podemos
pensar que los Linces machos adultos pueden conformar en un equilibrio
instintivo una federación de repúblicas soberanas y aisladas, la mayoría de las
veces alteradas por el tráfico excesivo existente en las carreteras aledañas a
las áreas, o por los cazadores furtivos o circunstanciales que no respetan la ley
de protección de la especie. El resto de las veces que se rompe el equilibrio
de dominio pueden ser a causa de la necesidad de invadir el terreno ajeno a
causa de la escasez de puntos húmedos, o como consecuencia del rastreo o
persecución de presas.
El riesgo para estos seres es permanente.
Deben salir a beber como mínimo tres veces al día y evitar el encuentro con
otro ejemplar macho adulto. ¿Cómo una forma de vida de reproducción mamífera,
con un nivel de actividad constante de las crías el primer mes de vida durante
las veinticuatro horas del día, en un hábitat
precario y amenazado, puede ocultarse en ocasiones hasta del propio programa
científico que los protege? A pesar de que los cachorros ya en el segundo mes
de vida empiezan a tener un ritmo circadiano crepuscular bimodal es casi un
milagro que la especie haya supervivido en un área en el que desarrollismo fue
tan agudo que su voracidad todavía puede observarse en las sonrisas salivadas
de políticos cuatro generaciones después. Sólo se puede comprender y valorar la
existencia de estos animales cuando conoces, incluso retrocediendo esas mismas
generaciones en el tiempo, el frágil eslabón del ecosistema al que pertenecen.
En la optimización del hábitat y su cuerpo está implícita la condición de
depredador furtivo. En los últimos años esto es una evidencia si se tiene en
cuenta las continuas quejas de la población colindante al parque demandando terrenos para la explotación de
ganado y del cultivo, e incluso de ciertas administraciones públicas y
corporaciones internacionales con proyectos de infraestructuras como autopistas
y gaseoductos. La imagen en segundo plano del Linux mirando al vacío ilustra en
todo momento el malestar y las controversias mediáticas que se producen en la
conciencia colectiva al mismo tiempo. Podemos imaginarnos con facilidad a
cualesquiera de dichos agentes sociales desplegando sus poderes económicos y de
seducción, pero ¿Quiénes pueden imaginar al felino ampliando más quilómetros
cuadrados de hegemonía previendo escrupulosamente etapas de escasez de
alimentos gracias a lo que los científicos suponen como instinto de
supervivencia? Como dirían ciertos especialistas fenomenológicos, en la
deconstrucción de este discurso no encontraríamos intereses comunes entre estos
animales y el pensamiento conservacionista, pues no existe relación íntima en
la problemática de que el depredador
cace logomorfos dentro de un invernadero o el cambio rasante de una
carretera. La cuestión es la abundancia de sus presas. Así que el compromiso
ecológico o incluso la empatía hacia estos seres se fragua como consecuencia de
la aleación entre la fuerza de las emociones que toda narración de oficio puede
despertar en los receptores mediante la significación de una víctima, y los
intereses económicos que se generan a partir del momento en que un amplio
espectro de agentes sociales están dispuestos a pagar por tener acceso a su
conocimiento. El resultado es un metal muy preciado y no es necesario
nombrarlo. Nadie mejor que la comunidad
científica sabe que “Saber es poder”, y ellos, sobre todo quienes trabajan este
proyecto “Life”, saben muy bien que al Linux lo que más le importa es encontrar
alimento. No le incumbe si en el salto o la carrera por atraparlo interfieren
solo variables paisajísticas. Si éstas están dispuestas y repercuten
negativamente en las necesidades fundamentales para la “vida buena” de este
animal (cosa que toda la ciencia apunta como más que probable), entonces ni
habrá salto ni carrera. Pero si es lo contrario, en el páramo de
plásticos, por entre las curvas y rectas
del gélido y ardiente asfalto y en los puntos de conexiones tubulares, podrían
disfrutar todos los consumidores, activos y pasivos, tal vez con unos costes
más democratizados, de los avatares del depredador eterno en la finita historia
de las sociedades.
El
lince parece adoptar una estrategia de territorialismo basado en la defensa
exclusiva de áreas con un amplio rango de disponibilidad de presas que permitan
la supervivencia y la reproducción eventual incluso durante periodos de escasez
de alimento [sic] www.vertebradosibericos.org, Alejandro
Rodríguez, Estación biológica de Doñana (CSIC), 15/07/2004.
Recordó el ejemplar que debió embalsamar
Antonio. Ahora, en esta multiplicidad de caras del poliedro rodante que
representa su vida, que rueda y rueda constante tras él, a veces con estruendo,
provocando una insoportable crispación en su interior y un escándalo que puede
alarmar a “los otros”, sus coetáneos en otro mundo, y otras veces en el más absoluto silencio en
solaz y compañía, se da cuenta de que no vio el cadáver, ni antes ni después de
embalsamarlo. Ahora le habría gustado retroceder en el tiempo, ver cómo Antonio
desollaba la carne para hacerla desaparecer y transformarla en el milagro de la
vida eterna y del instante cinético pagado por el cliente. En el sentido
estricto de los prejuicios infundados podía considerarse un individuo
afortunado tras haber superado sin saber por qué ni para qué el miedo a la
carne lacerada y a la sangre derramada.
El solapamiento del dominio vital de
hembras adultas residentes de Doñana fue muy bajo (solapamiento medio= 0,08;
rango= 0-0,57) y el uso del área corazón fue casi exclusivo (solapamiento
medio= 0; rango= 0-0,22) a lo largo de todo el gradiente de disponibilidad de
presas (conejos) (López-Bao et al., 2014)3 [sic].
La etapa de las salidas en ruta todos los
fines de semana fue breve, pero podía decir sin ninguna duda que fue tan
intensa en peleas y borracheras que se archivó en su memoria como un
cortometraje sin principio ni fin y que se repitió durante mucho tiempo en su
memoria. Consistían en vivencias efímeras y adocenadas, algunas demasiado frecuentes
en el paso de unas generaciones a otras, sin embargo, no por esto menos
decisivas para la experiencia vital de sus protagonistas. Habría que reconocer
que las distancias del gradiente de nocturnidad de locales abiertos en las
mismas horas eran muy extensas si tenemos en cuenta que el área corazón era muy
restringida. Había que viajar rápido y beber también rápido para adquirir un
conocimiento exhaustivo de los niveles de satisfacción y las propiedades de
adaptación ante una más que probable permanencia indefinida dentro del área
corazón. Peleas, borracheras y tías, excepto una, Gloria, lo cual corrobora el
éxito de la aplicación de la ruta se alinearon en sus recuerdos en una
secuencia infinita de los mismos fotogramas brutales, el mismo vaso con las
misma sustancias y el rostro de la misma tía como prototipo de la estadística
de todas las posibles que aparecían en el corto, y que se repite como en una pesadilla.
El territorialismo estuvo influido por la
densidad de linces. Los mayores niveles de solapamiento espacial tuvieron lugar
a densidades intermedias de linces mientras que el territorialismo tendió a
incrementarse a ambos extremos del gradiente de densidad, especialmente a bajos
niveles. Las hembras adultas evitaron coincidir, siendo 0.0047 la probabilidad
de asociación espacial a una distancia de 200 metros o menos (López-Bao et al.,
2014). [sic]
En realidad no debía echar de menos a
Antonio, no había ningún motivo para que esto sucediese, pero le pareció que
habría merecida la pena tomarse con él alguna vez que otra unas cervezas a lo
largo de todos aquellos años que habían pasado con bastantes menos ejemplares
de lince cazados o atropellados. Quizá si lo llamase podrían celebrarlo. No
sabría decir exactamente si Antonio se alegraría igual que él por el bajo
índice de muertes. Aunque pensándolo bien le apetecía darle un abrazo y
preguntarle si todavía practicaba la taxidermia. Pensó que teniendo en cuenta
su falta de actitud hacía las relaciones sociales no podía tener ningún derecho a la amistad, y si lo
tenía de nada serviría ejercer un derecho hacia las emociones. Nunca se sabe.
Nada es imposible. Tal vez Antonio le sorprendiese con un fuerte abrazo y una
sonrisa sincera. No tiene ningún sentido hablar del derecho de la amistad igual
que hablamos del derecho romano o el derecho laboral. Tampoco tendría sentido
hablar sobre qué es la amistad o en qué consiste, dado que existen tantos modos
de ella que a menudo se pregunta si es mejor tener amigos en el infierno que en
el cielo y viceversa. No dejaba de ser un poco misterioso que sin tener ninguna
afinidad en común se llevaran bien. Se sentía bien a su lado. Le inspiraba
confianza a pesar de que solo se veían en la ruta y de madrugada los fines de
semana. El resto de los días eran demasiado parcelarios como para que naciese una buena amistad.
Aunque tal vez a aquello podría llamarle una “una buena amistad”. La prueba la
tenía en el recuerdo. Del resto de participantes no tenía ni zorra idea. Los
habría triturado el tiempo como otras tantas cosas. Antonio siempre se llevaba
las mejores tías pero esto a él no le importaba. Las imágenes de las tías
confundiéndose o mezclándose en un mismo rostro y cuerpo eran efectos de las
leyes de la madre naturaleza.