¿Has visto esa foto de Houellebecq en la que aparece con una
chaqueta sin mangas y unos espantosos mocasines? Sí, sí la has visto, pero te
haces el imbécil de vicio.
Da la impresión de
que ha perdido casi por completo su identidad. Quiero decir, que el abismo
blanco del Word o del papel sobre el que escribe lo está machacando Bueno, es una
forma de hablar, ya sabes que la duda y los borradores son devastadores para
todos los escritores. No ayudan nada.
Todo el mundo se está riendo del escritor en Twiteer. Menos mal que nosotros no
usamos eso. Se mofan del tipo este simplemente por su aspecto. Uf… la verdad
que con esos pelos, con ese peinado parece que se lleva todo el día luchando
contra el viento por los alrededores de su casa de Almería sujetando el arco
iris como un Indalo, como un colgado.
¿Recuerdas? Cuando
acabamos de leer el único libro suyo que hemos sido capaces de leer, “El mapa y
el territorio”, tuvimos justo esa sensación. Hay tanto que leer… ¿verdad? Nos
pareció una novela espléndida y llena de colores. Todo a pesar del rollazo del
argumento del arte de vanguardia y el reguero de millones de euros que deja a
su paso, bueno que dejaba, porque ahora
con la estupidez de la crisis….. ya no se vende…..rectifico, sí que se vende,
lo que pasa es que ahora está feo contarlo, porque como vamos de poetas
comprometidos todo el tiempo, eso de hacerse millonario ya no es artístico. ¡Me
cago en la puta de oros! (arcaica expresión que con el tiempo la pondrá de moda
algún hipster sobredotado, corriente y moliente, vamos), todo lo tengo que
hablar yo, tú siempre estás callado. Qué horrible resulta que una persona
apenas hable. No te quieres parecer al burro Platero que siempre tenía
preparado un discurso para la ocasión. Recuerda que somos de Moguer, por todos
los santos. ¡Un respeto! ¡Debemos hablar hasta por los codos!
Reconócelo, lo que
más deseamos en este mundo es ser millonarios. Los vitoléticos poetas
políticos, los demás poetas, las poetisas de doble filo, los parias, los
propios millonarios, ya no saben de qué, pero desean ser millonarios, Juan
Ramón Jiménez si viviese también querría ser millonario, aunque él lo parecía
aunque no lo fuese, y con eso es suficiente.
Sé lo que estás
pensando, obtuso necio. Crees que Houellebecq es un provocador, un hijo
ilegítimo de los buenos conceptos artísticos, un usurpador, uno de los grandes
al uso en estos tiempos de contención moral y sucias conciencias. Un millonario
que se ha hecho a sí mismo engañando a sus lectores. Tú como siempre, a lo tuyo
con la paja en el ojo ajeno (retorcido dicho popular que aún platican algunas
bocas a pesar de que ya nadie tiene la obligación de alimentar al ganado). Te
diré, malpensado, que Houellebecq se ríe a todas horas de sí mismo. Se ve como
una mercancía de los medios de comunicación en el ultraje del aura de la obra de
arte, como un detritus de la sólida piedra filosofal que pudo ser y que nunca
lo será. En realidad el tío tiene huevos para reconocerse. Cosa que otros
artistas son incapaces de hacer por encontrarse encerrados en sus rígidos egos,
en sus sótanos repletos de programaciones.
¡Habla, maldito
cabrón! Ah, que ya no te interesa Houellebecq. Es eso. Que sepas, te guste o
no, que nuestros hijos o nietos tendrán también un “Año Houellebecq”.
Escucha con
atención, que seas mi mala conciencia no te da derecho a enredarlo todo.
Bueno, no es para
tanto, que le den a Houellebecq, acércate un poco, no te alejes. Vamos a dar tú
y yo un paseo en esta tardía canícula por nuestro extemporáneo Moguer. No te
enojes Noja.