miércoles, 27 de agosto de 2014

HOUELLEBECQ EN MOGUER







 

¿Has visto esa foto de Houellebecq en la que aparece con una chaqueta sin mangas y unos espantosos mocasines? Sí, sí la has visto, pero te haces el imbécil de vicio.  
    Da la impresión de que ha perdido casi por completo su identidad. Quiero decir, que el abismo blanco del Word o del papel sobre el que escribe lo está machacando  Bueno, es una forma de hablar, ya sabes que la duda y los borradores son devastadores para todos los escritores.  No ayudan nada. Todo el mundo se está riendo del escritor en Twiteer. Menos mal que nosotros no usamos eso. Se mofan del tipo este simplemente por su aspecto. Uf… la verdad que con esos pelos, con ese peinado parece que se lleva todo el día luchando contra el viento por los alrededores de su casa de Almería sujetando el arco iris como un Indalo, como un colgado.
   ¿Recuerdas? Cuando acabamos de leer el único libro suyo que hemos sido capaces de leer, “El mapa y el territorio”, tuvimos justo esa sensación. Hay tanto que leer… ¿verdad? Nos pareció una novela espléndida y llena de colores. Todo a pesar del rollazo del argumento del arte de vanguardia y el reguero de millones de euros que deja a su paso, bueno que dejaba, porque  ahora con la estupidez de la crisis….. ya no se vende…..rectifico, sí que se vende, lo que pasa es que ahora está feo contarlo, porque como vamos de poetas comprometidos todo el tiempo, eso de hacerse millonario ya no es artístico. ¡Me cago en la puta de oros! (arcaica expresión que con el tiempo la pondrá de moda algún hipster sobredotado, corriente y moliente, vamos), todo lo tengo que hablar yo, tú siempre estás callado. Qué horrible resulta que una persona apenas hable. No te quieres parecer al burro Platero que siempre tenía preparado un discurso para la ocasión. Recuerda que somos de Moguer, por todos los santos. ¡Un respeto! ¡Debemos hablar hasta por los codos!
  Reconócelo, lo que más deseamos en este mundo es ser millonarios. Los vitoléticos poetas políticos, los demás poetas, las poetisas de doble filo, los parias, los propios millonarios, ya no saben de qué, pero desean ser millonarios, Juan Ramón Jiménez si viviese también querría ser millonario, aunque él lo parecía aunque no lo fuese, y con eso es suficiente.
  Sé lo que estás pensando, obtuso necio. Crees que Houellebecq es un provocador, un hijo ilegítimo de los buenos conceptos artísticos, un usurpador, uno de los grandes al uso en estos tiempos de contención moral y sucias conciencias. Un millonario que se ha hecho a sí mismo engañando a sus lectores. Tú como siempre, a lo tuyo con la paja en el ojo ajeno (retorcido dicho popular que aún platican algunas bocas a pesar de que ya nadie tiene la obligación de alimentar al ganado). Te diré, malpensado, que Houellebecq se ríe a todas horas de sí mismo. Se ve como una mercancía de los medios de comunicación en el ultraje del aura de la obra de arte, como un detritus de la sólida piedra filosofal que pudo ser y que nunca lo será. En realidad el tío tiene huevos para reconocerse. Cosa que otros artistas son incapaces de hacer por encontrarse encerrados en sus rígidos egos, en sus sótanos repletos de programaciones.
 ¡Habla, maldito cabrón! Ah, que ya no te interesa Houellebecq. Es eso. Que sepas, te guste o no, que nuestros hijos o nietos tendrán también un “Año Houellebecq”.
   Escucha con atención, que seas mi mala conciencia no te da derecho a enredarlo todo.
  Bueno, no es para tanto, que le den a Houellebecq, acércate un poco, no te alejes. Vamos a dar tú y yo un paseo en esta tardía canícula por nuestro extemporáneo Moguer. No te enojes Noja.


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