jueves, 21 de agosto de 2014

PODEMOS. (¿PODARÁN?)






 Podemos. Según la RAE:
 Tiempo del verbo podar (del latín putare, putatio –poda-).
1.      tr. Cortar o quitar las ramas superfluas de los árboles, vides y otras plantas para que fructifiquen con más vigor.
2.      tr. Eliminar de algo ciertas partes o aspectos por considerarlos innecesarios o negativos. Podó la biografía de datos superfluos.

En los últimos meses se oye hablar con insistencia y a diario de la iniciativa política, materializada ya, aunque en un aspecto vago y quimérico, en representación de un número de 1. 245. 298 votos en el Parlamento europeo. Es decir, en un lugar donde el juego político con esta ridícula cifra solo sirve para decir “estamos aquí”.
   En España hay millones de personas sometidas por ignorancia, estúpidas afinidades o por herencias y vestigios educacionales, que piensan que la democracia aún consiste en el sencillo acto de la elección. Este Pablo Iglesias, el de “podemos” del verbo que une en la esperanza y ayunta en el coito de un futuro sin pasado, lo sabe y usa magistralmente la televisión y foros hambrientos de cábalas y de explicaciones industriosas. Sabe que un voto indeciso es una pelea.
  A los votos perdidos, votos decididos, no los somete, los reta. Lo hace con un arma demasiado poderosa, la del miedo. Pablemos, como dicen ya algunos periodistas y comentaristas al uso, amedranta a la Casta (ya era hora de que alguien lograse acuñar un término divertido en el Registro Circense de la Eterna Transición española) aislándola, mostrándola del mismo modo que el podador castra las ramas que padecen mangla, están secas o comienzan a tomar una dirección malavenida para el equilibrio del tronco.   
Sirva de ejemplo:
   Algunos clientes que entraban en el taller y negocio de mi padre (hombre que se hizo escuchando y descreyendo) decían en otro tiempo con el mismo cariz que en el que vivimos pero en el que el individualismo sustituyó desvergonzadamente a los ideales y a la religión, que “lo que de verdad importa es que hablen de uno, aunque sea para descalificarle”, y ese es preciso el juego individual de lo colectivo dentro del corporativismo de la comunicación de las opiniones: no opinamos, dejamos que lo hagan otros por nosotros. Dichos clientes procuraban llevarse las mejores monturas y guarniciones de la caverna para sus espigados y estilizados équidos, si bien yo, abrumado por el impresionante despliegue de su escondido exhibicionismo fálico, desviaba la mirada y mi atención hacia los cascos sucios de aquellos centauros de los campos de plástico donde los fresones insípidos. Buenos fresones, inigualables fresones de cojones. Por entonces en España el hipotético dinero era la fruta del paraíso, antes que ninguna otra promesa incumplida.
 Así, en este abordaje en el escenario político y social que empolva hasta nuestras sábanas y almohadas, coge forma por primera vez en más de ochenta años la violencia de la esperanza. Un enemigo invisible a pesar de la visión casi permanente del personaje de la coleta que ha adquirido el fantasmagórico impacto de una inmensa turbamulta invisible que se mueve veloz e inopinada en los cuatro puntos cardinales de la península apresada en Europa.
  Tétrico juego.  No se olvida que “Quienes” desean curar el árbol de la ciencia son hijos en consecuencia del fragor de la corrupción y del tráfico de influencias. Son los niños y niñas-bien malparidas del Estado centrifugado de la derecha, el centro y la izquierda, de la gran patraña del todos juntos. La nueva lectura del testamento de las víctimas que dieron su vida por nada señala con vehemencia que los que están abajo deben estar arriba y viceversa. Una poda efectiva y archiconocida a lo largo de la historia.
  Se ha determinado,  sobre todo a través del debate televisado de unos pocos, es decir, del pacto previo acerca de dónde deben encontrarse los límites de la Ciencia, que se muestre sin rubor al arbor philosophica. Una orden indie, dictada desde la precariedad y la tragedia, de poda expeditiva que deje ver a la ponzoñosa serpiente o al vellocino de oro, según se mire. La realidad virtual del árbol de la vida en la tierra prometida. Esperanza y miedo se unen de nuevo para jugar de nuevo una partida perdida de antemano por quienes no saben nada pero presienten en cambio que creen en vano, por aquellos que nunca salen en la televisión, por los que cuidan,  podan sus jardines.



No hay comentarios:

Publicar un comentario