El protagonista de la novela “Ampliación del
campo de batalla” de M. Houellebecq está enfermo. Es un personaje que padece
demasiados problemas existenciales. Una novela previsible, me digo. Algo así
como la narración de un adolescente de cuarenta años. Pero no sé si el narrador
o lo que cuenta me interesa más al fin y al cabo que el referéndum de Grecia,
más que si estamos saliendo o no de la recesión en la zona euro, más que si los
tipos de interés son demasiado bajos o no. Vivir todo el tiempo entre el sí y
el no es una gran mierda. Perturba mi apátheia, descataloga la esencia de mi yo que tanto me cuesta encontrar. Merece
más la pena perderte en la red neuronal en medio de la jornada de trabajo de un
mensajero de Seur o de un ordenanza del Ministerio de la Seguridad Social que
perder el tiempo con la escandalosa demagogia de la política nacional o
internacional, o con la problemática existencial de Houellebecq. Aunque hay que
reconocer que sus personajes escriben bien. Una puñetera combinación de
casualidades en sus habilidades y su visión de la cultura. Porque aquello del
tesón o la voluntad es como matar reses indefensas en un matadero. Un narrador
ejemplar que vende muchos libros. Un referente para uno de mis personajes
principales o ineludibles.
Ejemplares enjaulados
en el zoo político
Hombres y mujeres
tras sus rejas digitales
Observan
Defecan
Por lo demás, el paisaje de la batalla está compuesto de vestigios de
quienes batallaron. Sin embargo, el concepto continúa vigente. Existen
poderosas razones para hacer creer que prosigue la lucha. Deber ser cosa de mis
48 años, pero veo a los y las adolescentes como a pacientes de una sangría periódica.
Es posible que si les levanta sus sofisticadas camisetas encuentres sus
espaldas plagadas de sanguijuelas. Son como animales exangües que se han
desangrado en cuadriláteros imaginarios, como hemofílicos que heredaron la
decadencia por la mala sangre de sus padres, como descendencia de una endogamia
moral y cultural con unos índices de homocigosis que dan el resultado del
aturdimiento o una paz estúpida, involutiva.
Autoevaluación obligatoria
con indicadores homologados
Ayudan a objetivar logros reales
Para argumentar la programación
de las direcciones prohibidas
Para evitar alguna señal de repulsa
A la nueva escolástica
Así estamos. Mi mejor sustento consiste en la trama biológica, una
realidad no objetivable, de mi mujer e hijos. No importan tanto las llagas del
sistema. Los posibles oxímoron sexo/amor, libertad/política o alimento/gula
marcan dónde están las llagas del sistema.
A los platos sobrantes se les recalifican en la gastronomía popular con
el peyorativo nombre de “ropa vieja”, así se aprovecha la materia y se recicla
como alimento. Este es un plato que parece no agotarse nunca. De él comen
diariamente millones de animales del mundo sublunar, el stock del bienestar.
Dicha trama biológica no tiene nombre ni finalidad. Ambas atribuciones se
anulan entre sí. Es la vida. Sangre, odio y supervivencia. El amor es
invencible en mi gobierno.