miércoles, 15 de julio de 2015

BATALLAS








 El protagonista de la novela “Ampliación del campo de batalla” de M. Houellebecq está enfermo. Es un personaje que padece demasiados problemas existenciales. Una novela previsible, me digo. Algo así como la narración de un adolescente de cuarenta años. Pero no sé si el narrador o lo que cuenta me interesa más al fin y al cabo que el referéndum de Grecia, más que si estamos saliendo o no de la recesión en la zona euro, más que si los tipos de interés son demasiado bajos o no. Vivir todo el tiempo entre el sí y el no es una gran mierda. Perturba mi apátheia, descataloga la esencia de  mi yo que tanto me cuesta encontrar. Merece más la pena perderte en la red neuronal en medio de la jornada de trabajo de un mensajero de Seur o de un ordenanza del Ministerio de la Seguridad Social que perder el tiempo con la escandalosa demagogia de la política nacional o internacional, o con la problemática existencial de Houellebecq. Aunque hay que reconocer que sus personajes escriben bien. Una puñetera combinación de casualidades en sus habilidades y su visión de la cultura. Porque aquello del tesón o la voluntad es como matar reses indefensas en un matadero. Un narrador ejemplar que vende muchos libros. Un referente para uno de mis personajes principales o ineludibles.


Ejemplares enjaulados
en el zoo político
Hombres y mujeres
tras sus rejas digitales
Observan
Defecan


    Por lo demás, el paisaje de la batalla está compuesto de vestigios de quienes batallaron. Sin embargo, el concepto continúa vigente. Existen poderosas razones para hacer creer que prosigue la lucha. Deber ser cosa de mis 48 años, pero veo a los y las adolescentes como a pacientes de una sangría periódica. Es posible que si les levanta sus sofisticadas camisetas encuentres sus espaldas plagadas de sanguijuelas. Son como animales exangües que se han desangrado en cuadriláteros imaginarios, como hemofílicos que heredaron la decadencia por la mala sangre de sus padres, como descendencia de una endogamia moral y cultural con unos índices de homocigosis que dan el resultado del aturdimiento o una paz estúpida, involutiva.

Autoevaluación obligatoria
con indicadores homologados
Ayudan a objetivar logros reales
Para argumentar la programación
de las direcciones prohibidas
Para evitar alguna señal de repulsa
A la nueva escolástica

  Así estamos. Mi mejor sustento consiste en la trama biológica, una realidad no objetivable, de mi mujer e hijos. No importan tanto las llagas del sistema. Los posibles oxímoron sexo/amor, libertad/política o alimento/gula marcan dónde están las llagas del sistema.
  A los platos sobrantes se les recalifican en la gastronomía popular con el peyorativo nombre de “ropa vieja”, así se aprovecha la materia y se recicla como alimento. Este es un plato que parece no agotarse nunca. De él comen diariamente millones de animales del mundo sublunar, el stock del bienestar. Dicha trama biológica no tiene nombre ni finalidad. Ambas atribuciones se anulan entre sí. Es la vida. Sangre, odio y supervivencia. El amor es invencible en mi gobierno.