sábado, 27 de abril de 2013

TERCERA PERSONA






C. aprovecha la oferta de helados que la cadena de supermercados DIA% ha lanzado durante el último mes. En este tiempo ha conseguido con sus cupones almacenar en su terminal criónico diseñado al margen de los nuevos Programas de Obselescencia de Última Generación y también quizá como la única consecuencia de provecho en las vidas del nuevo proletariado nacido tras las estrategias de los posibles modos de supervivencia en caso de guerra nuclear en lo que se llamó Guerra Fría, más de doscientos conos de vainilla y chocolate. En esto, de repente me ha abordado con su aliento cromado la disertación de un escritor, uno de esos reconocidos y loados por otros reconocidos y ensalzados escritores que necesitan meter varias veces la marcha trasera en sus maniobras de aparcamiento, que alguien ha compartido en Facebook para que puedan leerlo escritores y escritoras que piensan que ellos sólo necesitan un simple giro del volante de sus potentes Ferraris para dejarlos clavados e inmaculados en cordón frente al intocable Instituto Cervantes que cada cual lleva en lo más hondo de sus corazones; como digo, alguien cuelga un enlace que asevera que narrar en tercera persona resulta a estas alturas de la historia de la literatura una actitud cuando menos inmoral, supongo que por aquello de la despersonalización hueca del individuo que usa los cuerpos y mentes ajenas  para un análisis social o circunstancial y cuya vía sólo puede tener un devengo descontextualizado. YO al cuadrado, necesita (necesito) al menos en esta ocasión, para no enredarme en mis dasavenencias con la filosofía de las ofertas comerciales en el campo de la alimentación nombrar a C., ama de casa, reina del trasiego por los pasillos de las grandes superficies, que por veinticinco céntimos diarios el cono helado, mitigará la violencia del sol en la canícula-2013 y la desestructuración de los pensamientos de dos hijos parados de larga duración bajo el mismo techo y sus respectivas novias, madres limpiaescaleras, peluquerasadomicilio dependientes a su vez de otras madresconseguidorasdevalesparaeleconomatodecáritasbajoelmismosolavasallador.
   Pensándolo bien “la tercera persona” es la mejor arma para diseccionar el sintagma y arrojar al Sujeto en medio del camino. “La tercera persona” es el efecto final de los procedimientos, ya sea según la Teoría del caos, o según la teoría sobradamente conocida de “La Inevitable Basura que genera Todo Sistema de Producción”. Veamos:
   C. decide todo lo contrario, que no son necesario los helados, puesto que no son un elemento básico para la alimentación. ¿Qué hacen los distribuidores y más tarde los productores con sus excedentes de azúcar, leche y huevos? De repente, igual que en el caso del escritor que tilda de inmoral a la “Tercera persona”, aparece el “Consultor” (psicólogosociólogoexpertoprofesionalformadoenlosmejoresmastersdelasmejoresuniversidadesdelmundoespecialistaenC.) y arroja a C. en medio del camino como antes se arrojó a la “Tercera persona”.
   El Consultor se hace con todos los excedentes y después se concentra profundamente en C.
  C. focaliza toda su atención en elementos básicos; huevos, azúcar y leche. Pero un instante antes no ha podido evitar mirar de soslayo la oferta de los helados. C. cada vez que va a buscar sus elementos básicos  debe hacer la ida y la vuelta y pasar ante la oferta al menos dos veces por semana. O lo que es lo mismo ocho veces por mes. C. sabe que el lugar más económico para obtener sus elementos básicos es este supermercado. No sé si ella se planteará la cuestión inmoral de la “Tercera Persona”.


viernes, 19 de abril de 2013

JOHNNY Y LA POLIFONÍA.









Johnny sufre en la clase de piano por encima de la media aconsejable porque se pierde en la polifonía. Pertenece a esa generación nacida en el seno de familias-burguer españolas, Volkswagenianas y más tarde degenerativas en el Audismo y también en el Bemeuvedismo, en el origen del trasunto del parque móvil que niega la separación de las clases sociales por el procedimiento del vaciado-tuneado, tal vez incluso bendecidas por la diosa Fortuna en los amaneceres de los botellones a medio camino entre la “Salsa-bakalao” y el “Acid house” de domingo mañanero. Sin embargo, a pesar de su más que probable procedencia como hijo del amor nacido de Sustancias asequibles para el bolsillo de aquel joven mundo obrero que se asomaba tal vez por penúltima vez al jardín del edén, Johnny oyó un día que Soledad (su madre) y Francisco (su padre) cogían uno de sus últimos grandes colocones a base de cocaína-speed (de todo menos cocaína) y ron negro con cola de marca blanca, por abandono o descuido del mando de la pantalla líquida, una versión para piano del Preludio nº1 del primer volumen del Clave Bien Temperado de Juan Sebastian Bach.
   Cualquier neurólogo infantil diría que el aparente minimalismo de esta pieza barroca actuó en el cerebro de Johnny a modo de disolvente sostenible. Pues a partir de ese momento el Preludio se convirtió en una sosegada obstinación que le llevó sin apenas esfuerzo a almacenar miles de versiones, la mayoría del You Tube, y que imitaba tocando en el aire a distintas velocidades y dinámicas en su cuarto a oscuras.
    El conservatorio debe hacer su trabajo vendiendo las motos (por ejemplo una Guzzi 65 cc del 51 con todos los extras). Nadie quiere una vieja moto hasta que se monta en ella y siente su débil motor bajo sus piernas. Los profesores de los conservatorios (¿cualquier conservatorio? Sí, cualquiera de ellos, a pesar de que muchos docentes odian la ubicación de sus cuerpos dentro del sistema) lo saben e invitan a los niños en horario escolar para que oigan como suenan las Ducati, Montesa, Ossa, y Puch entre otras, y siempre de segunda mano. Eso sí, se muestra a los educandos un itinerario que va desde la catártica “Gallina Turuleta” hasta la marcha fúnebre de Chopin. Mostramos y demostramos esos caminos eclécticos porque las motos son los mejores vehículos para viajar desnudos. Los sonidos de esos motores son frágiles. Son motos que han vivido ya muchas vidas y aceptado muchas manos en sus manillares y patadas en sus anticuadas palancas de arranque. Poseen una tecnología del sudor y el esfuerzo humanos. Vas encima de sus lomos y sin embargo sientes que tus pies y tus manos son los verdaderos impulsores de la velocidad, que estás muy cerca de ser un espíritu trotamundos embrionario. Muchas personas que practican deporte comparan esta experiencia con el éxtasis atlético de atravesar “El muro” de la carrera de fondo.
   Pero a Johnny no le satisface lo suficiente esta vida motera. La subitánea experiencia del viaje vertical le obsesiona desde hace semanas. Siente que el viaje horizontal sobre el mundo es ocioso e incluso poco ético. Claro que Johnny cuando más tarde compruebe (si las circunstancias en su vida son propicias para un ulterior desarrollo del aprendizaje de la historia como cuestión básica e ineludible para un individuo que menosprecie de manera suficiente el presente, y no porque se lo enseñen en la clase de historia de la música, eso es cosa bien distinta al aprehender, sino por esculcar para matar a sus parásitos académicos) que en el Renacimiento compositores de la escuela francoflamenca como Guillaume Dufay, Josquin Desprez, Orlando di Lasso o Johannes Ockeghem, llevaron a la cumbre el arte de la Polifonía, y que fue un tal Palestrina en Italia quien salvó este procedimiento de las garras de la iglesia de Roma con un método rebajado del desarrollo de las voces para que el “texto” pudiera ser inteligible, se sentirá probablemente engañado y más tarde desilusionado, hasta el punto que acabará con una visión del arte de la música radicalmente politizado. Tras esto, tras esa pérdida de la inocencia, el entretenimiento del arte pasará a ser “lucha contra el poder”, “lucha para salvar a la verdad”. Todo esto si Johnny llega a tiempo para asumir la infelicidad de quien renuncia al protagonismo  y comprende que para que todas las voces se oigan ninguna debe tener mayor intensidad que el resto, si llega a tiempo para comprender que las motos son para compartirlas, si llega a tiempo para comprender que lo innombrable es lo esencial y no así el texto.
Origen del conflicto: un Preludio engañósamente minimalista.
Solución al conflicto: Johnny debe aprender con destreza desmontar y montar motores.