viernes, 19 de abril de 2013

JOHNNY Y LA POLIFONÍA.









Johnny sufre en la clase de piano por encima de la media aconsejable porque se pierde en la polifonía. Pertenece a esa generación nacida en el seno de familias-burguer españolas, Volkswagenianas y más tarde degenerativas en el Audismo y también en el Bemeuvedismo, en el origen del trasunto del parque móvil que niega la separación de las clases sociales por el procedimiento del vaciado-tuneado, tal vez incluso bendecidas por la diosa Fortuna en los amaneceres de los botellones a medio camino entre la “Salsa-bakalao” y el “Acid house” de domingo mañanero. Sin embargo, a pesar de su más que probable procedencia como hijo del amor nacido de Sustancias asequibles para el bolsillo de aquel joven mundo obrero que se asomaba tal vez por penúltima vez al jardín del edén, Johnny oyó un día que Soledad (su madre) y Francisco (su padre) cogían uno de sus últimos grandes colocones a base de cocaína-speed (de todo menos cocaína) y ron negro con cola de marca blanca, por abandono o descuido del mando de la pantalla líquida, una versión para piano del Preludio nº1 del primer volumen del Clave Bien Temperado de Juan Sebastian Bach.
   Cualquier neurólogo infantil diría que el aparente minimalismo de esta pieza barroca actuó en el cerebro de Johnny a modo de disolvente sostenible. Pues a partir de ese momento el Preludio se convirtió en una sosegada obstinación que le llevó sin apenas esfuerzo a almacenar miles de versiones, la mayoría del You Tube, y que imitaba tocando en el aire a distintas velocidades y dinámicas en su cuarto a oscuras.
    El conservatorio debe hacer su trabajo vendiendo las motos (por ejemplo una Guzzi 65 cc del 51 con todos los extras). Nadie quiere una vieja moto hasta que se monta en ella y siente su débil motor bajo sus piernas. Los profesores de los conservatorios (¿cualquier conservatorio? Sí, cualquiera de ellos, a pesar de que muchos docentes odian la ubicación de sus cuerpos dentro del sistema) lo saben e invitan a los niños en horario escolar para que oigan como suenan las Ducati, Montesa, Ossa, y Puch entre otras, y siempre de segunda mano. Eso sí, se muestra a los educandos un itinerario que va desde la catártica “Gallina Turuleta” hasta la marcha fúnebre de Chopin. Mostramos y demostramos esos caminos eclécticos porque las motos son los mejores vehículos para viajar desnudos. Los sonidos de esos motores son frágiles. Son motos que han vivido ya muchas vidas y aceptado muchas manos en sus manillares y patadas en sus anticuadas palancas de arranque. Poseen una tecnología del sudor y el esfuerzo humanos. Vas encima de sus lomos y sin embargo sientes que tus pies y tus manos son los verdaderos impulsores de la velocidad, que estás muy cerca de ser un espíritu trotamundos embrionario. Muchas personas que practican deporte comparan esta experiencia con el éxtasis atlético de atravesar “El muro” de la carrera de fondo.
   Pero a Johnny no le satisface lo suficiente esta vida motera. La subitánea experiencia del viaje vertical le obsesiona desde hace semanas. Siente que el viaje horizontal sobre el mundo es ocioso e incluso poco ético. Claro que Johnny cuando más tarde compruebe (si las circunstancias en su vida son propicias para un ulterior desarrollo del aprendizaje de la historia como cuestión básica e ineludible para un individuo que menosprecie de manera suficiente el presente, y no porque se lo enseñen en la clase de historia de la música, eso es cosa bien distinta al aprehender, sino por esculcar para matar a sus parásitos académicos) que en el Renacimiento compositores de la escuela francoflamenca como Guillaume Dufay, Josquin Desprez, Orlando di Lasso o Johannes Ockeghem, llevaron a la cumbre el arte de la Polifonía, y que fue un tal Palestrina en Italia quien salvó este procedimiento de las garras de la iglesia de Roma con un método rebajado del desarrollo de las voces para que el “texto” pudiera ser inteligible, se sentirá probablemente engañado y más tarde desilusionado, hasta el punto que acabará con una visión del arte de la música radicalmente politizado. Tras esto, tras esa pérdida de la inocencia, el entretenimiento del arte pasará a ser “lucha contra el poder”, “lucha para salvar a la verdad”. Todo esto si Johnny llega a tiempo para asumir la infelicidad de quien renuncia al protagonismo  y comprende que para que todas las voces se oigan ninguna debe tener mayor intensidad que el resto, si llega a tiempo para comprender que las motos son para compartirlas, si llega a tiempo para comprender que lo innombrable es lo esencial y no así el texto.
Origen del conflicto: un Preludio engañósamente minimalista.
Solución al conflicto: Johnny debe aprender con destreza desmontar y montar motores.

2 comentarios:

  1. Me quito el sombrero...pablo, menudo texto

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  2. Gracias Antonio. Tu piropo es para mí como aire limpio y fresco. Un fuerte abrazo.

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