martes, 13 de mayo de 2014

VIDA DE BIVALVO







En realidad no quería escribir. Quería ante todo ser sincero. Las noticias en la televisión y en internet lo sumían en un estado soporífero que acababa convirtiéndose siempre en una desesperante impotencia. Tal vez por esto terminaba siempre escribiendo.
 Todavía era joven. Pero joven para qué. ¿Para dejar pasar el tiempo y vivir igual que un bivalvo? Pensó que escribir no mata a nadie. En cambio la sinceridad sí. Pensó también que Parménides intentó matar a Heráclito y que en el fondo no quería hacerlo.
Después de todo las redacciones en la EGB eran la suma de chucherías, coca colas y de estregar su rostro en los senos de su madre. Las redacciones eran de las mejores cosas que se podían hacer en la clase de Don Alejandro. Porque él tenía todo el poder y alguna vez que otra leía en voz alta aquellas hojas escritas a lápiz por criaturas que nada sabían de Heráclito.
 Una vez leyó una de las suyas, que iba de un marinero,  y la anunció como excelente. Aquello fue su perdición. Porque después vino un tiempo en el que se tomó la literatura en serio y todo acabó en un completo desastre cuando se enteró que a Don Alejandro siempre le resultó la literatura una mierda.


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