viernes, 11 de noviembre de 2011

FUERA DE CONTROL






Fue en una edición on line de un periódico de tirada nacional donde leí que, de los cinco millones de parados que hay en España, más de cuatrocientos mil han arrojado la toalla y ya no buscan trabajo.
Siempre que leo en estos soportes, mi atención acaba sesgándose hacia la duda y el escrúpulo. Parece como si la realidad que proyectan estos periódicos fuera descomponiendo el presente en trozos que van cayendo por el precipicio de la urgencia y del apremio que no contempla el pestañeo ni la posibilidad de pensar. Desde el otro lado de la pantalla de tu PC, la emisión de las líneas de la literatura adquiere el aspecto aparentemente desordenado de la boca de un vesánico hormiguero. Y es que para mí no hay nada como el tacto y la sensación de pausa de un diario de papel, incluso si es en blanco y negro. Hecho éste nada extraño en un sujeto que mamó y se hizo adulto en el siglo XX, que sufre los reflejos y las molestias de los desajustes sociales que se dan, como apuntaba el ensayo escrito allá por los noventa por el sociólogo G. Lipovetsky , en “El Imperio de lo efímero”.
Sin embargo, esta noticia me desconectó de esa realidad y quedé inmovilizado como una estatua al borde del precipicio. Más de cuatrocientos mil parados se han quedado sin batería y fuera del control de lo efímero. Ya no luchan. Pensé en soporte-papel que, letárgicos y entumecidos, en una pesadilla y desvaríos bajo mínimos, alterarán el aspecto y el interior del orden imperante y sanarán sus heridas, tomarán aliento y como árboles arrancados que interfirieron el trazado de una carretera, renacerán agrietando el asfalto hasta hacerlo intransitable. Puede parecer que la gente esté tan cansada, tan aburrida de intentarlo todo, que la elección, si es que se le puede llamar así, sea cruzarse de brazos y a lo que Dios quiera o el río según el caudal devenga. Es el resultado de un combate donde los vencedores y los perdedores están predestinados. Demasiado fácil para unos y sangrante para otros. Pero no demasiado determinante para la historia del mundo.
Es muy posible que intenten reconducir a los exangües desempleados por esa carretera que al final convertirán en autopista. Porque al final serán seguramente muchas miles de raíces más minando el pavimento. Incluso podrán ponerlos de nuevo en manos de los servidores de lo efímero, pero no podrán prever las direcciones de esos rizomas fuera de control. Bulbos que con el tiempo incuban en el interior del hormiguero la escritura oculta del futuro.
La épica es incontrolable, y al final del camino, al que llegaremos antes o después, más de cuatrocientos mil parados desesperados y cruzados de brazos en la terminal de lo perentorio, no habrá Dios que lo soporte. Ni los de la Ilíada de Homero ni los de la plutocracia que cree en el olvido.



Artículo para "El periodico de Huelva".

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