sábado, 21 de enero de 2012

TIEMPOS

Cuando salimos del tanatorio hacía un frío glacial. Continuamos con la conversación que entablamos en el módulo 5, el reservado al muerto gracias al que nos conocimos. Me pareció que apretaba la bufanda alrededor de su cuello hasta el limite del auto-estrangulamiento. Dijo: “desde que su mujer se suicidó, Miguel, se ha dejado arrastrar por la muerte. Se le bloqueó un brazo y el mejor de los pianistas se convirtió de la noche a la mañana en su propia sombra. Su familia cuenta que murió porque se hartó de vivir”. Nos despedimos en el aparcamiento sin presentarnos, con sonrisas bovinas y gestos papales.
Ya en casa, después de cenar una pizza precocinada del mercadona, me senté en mi mesa de trabajo y me conecté a la red. Todavía con el frío adherido a mi cuerpo sentí el último abrazo a Miguel, el mejor de los pianistas que ya no tacaba el piano. En la edición de El Pais observé esta fotografía:




Perdí lo noción del tiempo deleitándome en las poses de los distintos personajes. Debía continuar con mi texto para la exposición de un artista que ha dedicado toda su vida a pintar gente normal en la calle y sin embargo, mi mente se quedó en blanco, sin poder hacer otra cosa que mirar aquellos rostros. Acabé tan extenuado que sentí que el día había acumulado millones de horas. Un tiempo elástico que se apoderó de la vida del mismo modo que un congelador mantiene los alimentos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario