domingo, 2 de diciembre de 2012

TUFO





   Definitivamente el miedo se ha quedado a vivir con nosotros. Cada uno tiene la libertad de pensar y actuar, de decidir en qué momento puede cortar los hilos que mueven nuestras articulaciones. Pero este miedo que refiero nos ha devuelto a las puertas del más genuino de los tipos de ansiedad, el miedo al castigo divino.
   Nos parece ridículo el quebrantamiento de los mandamientos de Dios o la pena por caer en la tentación de algunos de los pecados capitales. Gutenberg, Marx y el lapidario Pop lograron a huevos mostrarnos el paraíso perdido. Durante muchas décadas hemos vivido como inocentes Adanes y Evas, y Dios no tuvo nunca la delicadeza de hacernos una visita para decirnos que no lo estábamos haciendo bien.
 Tendremos que escribir una nueva biblia, una en la que no merece la pena que aparezca Dios ni ningún hijo suyo. Qué se yo, por ejemplo, el Todopoderoso sería un niño/a discapacitado o desnutrido (nada que temer), y Lucifer tendría más o menos el aspecto de la estatua de la libertad. Yo, con mi sueldo para ir tirando, sería Barrabás. Toda la condenada clase media seríamos los culpables indolentes que pasamos de todo. ¡Qué auténtico es pasar de todo!
  Dios ya no está y sin embargo el tufo es más pestilente que nunca. 


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