lunes, 19 de noviembre de 2012

ERECCIONES CONTRA LO FEO Y DESAGRADABLE






Creo recordar que fue en “América”, ¿o en “De la seducción”?, ambos libros de J. Boudrillard, dónde leí que era un consuelo llegar a los entaitantos, porque suponía un enfriamiento de la libido.¿O tal vez fuese en “Cool memories”(será verdad que soy un mal lector que cae en la tentación de escribir, puesto que apenas releo. Sin embargo, no es menos cierto que el hecho de releer por ejemplo uno de estos libros me aterra. No soporto la idea de adentrarme en las hojas de los libros que fueron “yo” hace más de veinte años. Más o menos porque “yo” no quiere ser “yo”. Sí, eso es). Por ahora no haré caso a Borges. No releeré por sistema.

 Comienzo a ser un hombre fanerógamo, mis flores desaparecen paulatinamente, y llegará el día, supongo, en el que mi representación sexual se reduzca a un varón que peleó y perdió la guerra en el cuerpo a cuerpo contra el deseo inevitable de la carne.
Con las flores que aún me quedan, mi libido aparece como la erupción de un volcán en momentos donde la mujer (siempre he ido tras ella y la veía como un ave que se perdía en la lejanía) no aparece como ente, sino que se oculta como cosa secreta. Por cierto, como dice Juan Larrea en “Orbe”, ave al revés resulta Eva. Y sin mujer como tierra prometida, tal deseo se transforma a veces en una búsqueda sin objetivo. Parece un estado de ansiedad en el que ni la mujer más potente puede hacer algo por mí.
 En estas ocasiones, que cada vez son más frecuentes, tengo erecciones de varias horas de duración. Sin ir más lejos, tuve mi miembro oprimido contra la licra durante toda la tarde de la última huelga general. Boudrillard mentía o se equivocaba. Uno va leyendo y se queda con algunas frases esperanzadoras para toda la vida que al final resultan un fiasco. Debe ser cierto que para asegurar la experiencia haya que releer el cambio constante de los colores en el cielo y de los paisajes en la tierra.
   Es una evidencia que el apetito sexual se reduce con el paso del tiempo, pero  no sucede lo mismo con las aptitudes del cuerpo hasta que se nos acaba la vida. Cuentan que los ahorcados eyaculan un momento antes de morir. Ayer leí en una entrevista al filósofo francés André Comte-Sponville, que la mujer humaniza al hombre gracias al amor y que el futuro por tanto es la mujer. Esto supondría un consuelo, pues la existencia de la mujer garantizaría mi educación. ¿Qué hacer entonces con el vigor sexual si ni  Onán ni Eva se hallan ya en la obra representada?
  Erecciones para echarle cojones a todo lo feo y desagradable: el yo inflexible que repiquetea en el mundo desde no sé cuándo.


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