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Es inevitable no mostrar en muchos
momentos del día el orín de tus amistades. Sólo una pequeña porción de lo que
tú eres se conserva en la caverna como un queso azul. El resto se va
cubriendo de herrumbre hasta contagiar
completamente de óxido a la estructura del arca que albergará a todos en un
maravilloso viaje.
García (el apellido más común en España según el Trivial Pursuit) se
encontraba encaramado en la rama más alta del castaño y vociferaba, hablaba con
una demanda en su timbre de voz que parecía
maldecír a su madre por no haberle traído el megáfono que le regaló para
su dieciocho cumpleaños.
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Huele, huele las flores de este
castaño. He comprobado lo que contaba el marqués de Sade en uno de sus cuentos.
Huele a lo que fabrico en el interior de mis escrotos. A veces pienso que en
lugar de semen debería segregar gasolina para que tú y yo podamos huir en mi
sidecar hasta el definitivo infierno.
Isabel Virgen miraba a su novio (nunca quiso tener un novio hasta que
se enamoró perdidamente de García en una sesión de Trivial) contra el sol y éste le quemaba los ojos. “Maldito hijo de
puta. Nunca vas a soltar el soplete”, masculló recordando a su padre de oficio
soldador que se pasaba todo el día reparando los desperfectos en las puertas de
hierro de la casa de ambos.
Una hora antes García le había revelado a Isabel Virgen que la ACPN –asociación
contra la proliferación de nomenclaturas- había dejado en su bandeja un mensaje
en el que le avisaban que los recogerían en un autobús específico para
pasajeros que estén dispuestos a colonizar el aire que aún queda sin contaminar
de señales wi-fi, o frecuencias de radio y televisión. Su cometido consistiría
en, una vez localizado como mínimo un metro cúbico de aire puro gritar hasta la
extenuación si es preciso con alaridos metálicos. Para ello debería al menos
haber lamido durante una hora un best-seller de los años sesenta leído por un
hippy encanutado por marihuana de cosecha y elaboración propia.
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Viena ya el autobús?
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Creo que todavía es temprano (en
latín)
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Maldita ACPN! Siempre haciendo
promesas que nunca pueden cumplir. Tendré que darle la razón al indeseable de
mi padre cuando dice que me falta lo más importante. Un minuto de paciencia.
García vio cómo se acercaba por el oeste M. Foucault disfrazado de
lobo, porque ya no era posestructuralista ni posmoderno, y con su libro en
inglés “Las palabras y las cosas” en su mano izquierda. No le dio tiempo a
tomar las debidas precauciones antes de que Isabel Virgen se asustase primero y
después se enamorase del lobo.
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