viernes, 8 de marzo de 2013

LA NULIDAD DE LAS EMOCIONES






    El ánimo, esa trampa que la vida a diario nos obliga a asumir como una indumentaria que unos seres anónimos a los que ni puedes imaginar eligen para tu aspecto (para quienes lean esto y quieran tomárselo al pie de la letra, me refiero al “ánimo” entendido por la RAE en su tercera acepción por intención y voluntad). Trampa, porque al contrario de lo que dice el dicho, las palabras no se las lleva el viento. Quedan en la memoria de los demás y en forma de anticuerpos en nuestras bocas, como restos de una candidiasis oral de la que difícilmente nos recuperaremos. Indumentaria, porque dicho ánimo cambia  del mismo modo que la vestimenta, según sea para nuestro adorno o abrigo. Lo peor es que más de una vez nos han puesto un abrigo cuando más calor hacía o nos han vestido con elegancia para un evento infraordinario. Y seres anónimos porque en nuestro interior se decide aleatoriamente (no hay decisión parlamentaria) entre todos los representantes que lo habitan quien de ellos prenderá la mirada y las palabras.
   Claro que el ánimo podemos estimularlo si así lo queremos. Existen múltiples métodos para adulterarlo, quiero decir, para subirlo a la nubes. Técnicas de autocontrol y también, por qué no, de descontrol, se usan para un fin determinado. Para competir en la dimensión social o para adentrarnos aún más en nuestras oscuridades. Pero no me refiero aquí a estos tipos de planificación y optimización del ánimo. Me refiero a eso que llaman inteligencia emocional,  y que no es otra cosa que el minuto a minuto compartido e interactivado entre hombres y mujeres, eso que cargamos sobre nuestras espaldas como porteadores en el frío polar (inteligencia interpersonal) y la canícula (inteligencia intrapersonal). También puede ser al revés según se mire.
   En este inmenso mapa de neuronas sofocadas y desinhibidas, en tal circuito inaugurado por el golpe mortal de Caín a Abel, puede observarse el caos producido por el incesante movimiento de las fronteras. Mapa descrito= constante cambio de fronteras políticas y culturales (no físicas) en Europa a lo largo de su historia que nos ha traído hasta este lugar demencial.
   La imposibilidad o trastorno para una adecuada ejecución de relaciones positivas entre el mundo interpersonal e intrapersonal es a causa de la indescifrable composición de un viejo virus conocido por todos. El miedo. Sencillo y aterrador.
                                                                                                               

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