1
Éramos demasiado
jóvenes. Tanto que no nos dábamos cuenta de que, a pesar de nuestra obstinada
ceguera, hacíamos algún que otro juicio acertado sobre las causas de nuestro
negro futuro. Pertenecíamos a familias humildes y trabajadoras. Después, con
los años, nos fuimos convirtiendo, para no dar muchos rodeos en el análisis de
las actitudes, en unos auténticos hijos de puta. Todo lo que había logrado cada
uno en su camino era producto de las renuncias y los sacrificios a los que
tuvimos que someternos.
2
Era demasiado joven.
Tanto que no me daba cuenta de que, a pesar de mi obstinada ceguera, hacía
algún que otro juicio acertado sobre las causas del brillante futuro de mis
amigos. Pertenecía igual que todos ellos a una familia humilde y trabajadora.
Después, con los años, se fueron convirtiendo, por dar una pequeña señal de mis
actitudes, en unos auténticos hijos de puta, y yo en otro hijo de puta que
envidiaba y odiaba a todos ellos. Todo lo que había logrado cada uno en su
camino era producto de una ambición sin frenos, a la que yo me había auto
impuesto ciertas limitaciones.
3
Teníamos un amigo
demasiado joven, como todos nosotros. Tanto que a pesar de su obstinada ceguera
no se daba cuenta de que hacía algún que otro juicio acertado sobre las causas
de nuestro inevitable futuro. Igual que nosotros pertenecía a una familia
humilde y trabajadora. Después, con los años, creyó que actuaba según unas pautas
de comportamiento distintas a las nuestras. Parecía convencido de una inocencia
que lo eximía de toda corresponsabilidad
en su rutina diaria. Todo lo que había logrado en su camino fue producto
de las renuncias y los sacrificios a los que todos tuvimos que someternos.
Murió de muerte natural no hace mucho. Todos fuimos a su entierro.
CODA Y FINAL (el cuatro tiene un exceso de connotaciones
racionales)
Eran demasiado
jóvenes. Tanto que a pesar de sus obstinadas cegueras hacían algún que otro
juicio acertado sobre las causas de sus lógicos futuros. Todos pertenecían a
familias humildes y trabajadoras o, dicho de un modo menos condicionante, todos
pertenecían y participaban igual que los hijos de familias pudientes, de la
condición humana. Después, con los años, fueron acostumbrándose a la
enajenación absoluta de sus propias figuras ante los espejos. Todas las cosas
materiales y espirituales que habían logrado en el camino de las renuncias y
los sacrificios era lo mínimo que se esperaba de ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario