domingo, 4 de septiembre de 2011

VENDETTA

No puedo resistir la tentación. Es superior a mis fuerzas. Podría continuar el corto viaje por la A-494 hasta alcanzar mi punto de destino, Mazagón. Ese trazado, pese al uso del sentido común con el que mi conciencia intenta coaccionarme, lo abandono mucho antes y opto sin remedio, hipnotizado por un extraño deseo, por la pista forestal “Las peñuelas” para llegar al mismo lugar, no sin cierto sabor a venganza. Una vendetta contra los clanes del desarrollo sostenible e insostenible. Contra mi inexorable futuro.
Giro el volante de mi flamante, taimado y proletario español Peugeot 308 SW negro hacia la izquierda y dejo a mis espaldas mi pasado. Ciento diez caballos de potencia que para mi son un ejército que me lleva en volandas hacia los arrabales de la luz, y aire acondicionado, para un nigromante fuera del tiempo, lejos de los vivos, dentro de una burbuja. Me molestan el sonido del motor y el ruido de las gomas sobre el asfalto e intento abstraerme abandonando la física. Ya he superado las últimas naves industriales. Ya casi estoy.
Miro por el espejo retrovisor y veo mis ojos todavía tras las lentes. Ojos tristes que arrastran las imágenes lacerantes que he evitado dejando atrás la A-494, de la refinería de petróleo, Tioxide y de un océano de fresas de plástico o de plástico de fresas. Ojos que de un momento a otro comenzarán a adquirir los rasgos ancestrales más allá aún de algunos metálicos rostros subsaharianos con los que me encuentro. Hace muchos años que ya no hacen autostop. Miro el ordenador de a bordo. Es agosto y son las 20.00 horas. El sol persiste con su fuerza y muestra los troncos oblicuos de miles de pinos educados por el viento. Los más alejados de la pista exhiben a sus pies barrillas pinchosas, helechos comunes, palmitos, retamas de escobas y zarzamoras. Una espesa alfombra a la sombra de un inmenso y suspendido muro de agujas verdes que parecen defender al mundo de otro mundo.
La pista es demasiado estrecha y el sentido común ya no viaja conmigo. Es inevitable. Mi pie derecho aprieta el acelerador incitado por una voluntad ajena. El espejo retrovisor, tras unos fríos ojos de reptil, muestra una panorámica donde ya no hay pista. El coche choca con violencia contra los arenales y luego misteriosamente toma impulso. Rueda en el aire, determinante hacia lo desconocido. Atravieso fuego y agua. Después la oscuridad de un abismo sin fondo. Durante la caída retumba la voz de mi madre. Estoy de nuevo en su vientre.
Desafortunadamente ya sólo quedan unos pocos quilómetros de paisaje antes de llegar a mi destino.
PABLO NOJA.
Artículo publicado en el Odiel Información. 20 de Agosto de 2011.

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