martes, 18 de febrero de 2014

SI YO FUESE EL OTRO






   A veces encuentro en la Red, para el caso en Facebook, momentos extraordinarios. Quizá, por aquello de la “repetición o reproducción del mensaje o de la obra de arte”, sea verdad que nada de lo que digerimos como receptores en nuestra sociedad de consumo es real, que la verdad objetiva pierde su virginidad en la ejemplaridad y que al final no tenemos una sola noticia sobre nosotros, ni nada sabemos sobre nuestra propia experiencia. Sin embargo, -recordando el concepto del olvidado escritor franco-americano Julien Green en su novela “Si yo fuese usted”,  mirarse en el espejo “del otro”, es la hoja de cálculo con la que obtenemos la suma de nuestros valores para caminar en sociedad. Un método con infinitas variables a lo largo de la historia de la humanidad.
Prometo que en otra columna hablaré de Sodoma y Gomorra y del navajeo en Facebook. Hoy no. Hoy me siento positivo y vitalista.
   Por un momento intento desactivar la (mi) incredulidad y también convencerme de que en este mundo todavía hay tierras donde sembrar ideales, aunque estos se precipiten desde nuestro interior como arcadas desde el “yo que quiere ser otro”, yoes utópicos, como impulsos descontrolados de los que nos lamentaremos cuando más tarde tengamos que justificar un cambio de actitud por la defensa de nuestros intereses particulares.
   Una amiga cuelga el vídeo de una entrevista a un famoso actor. El entrevistador pregunta al entrevistado por qué rechazó hacer una película en Hollywood con un famoso director. El actor contesta que no le apetecía, que gana suficiente dinero con lo que hace, que no quería hacer el papel de malo de un narcotraficante mejicano porque no acepta que a él como latinoamericano le ofrezcan un papel arquetipo que solo lo pueden hacer los hispanoparlantes en el país que más drogas consume del mundo, que después de estar seis meses trabajando en Madrid sin ver a su familia lo que quería era volver a Argentina para estar con ella. Al otro lado de la mesa, el periodista se queda atónito, premeditadamente, le deja hablar. El actor continúa y habla sobre la injusticia de las desigualdades sociales. Dice que a él también le gusta ganar pasta como a todo el mundo. Aparecen pedregosos instantes de silencio. El entrevistador hace muy bien su trabajo. El actor figura y escenifica: “tengo un coche de alta gama que me  da calor y que mi hijo manosea… es suficiente, ¿no?, para qué quiero más?”.

   El periodista es Fantino y el actor Ricardo Darín. Ser “el otro” tal vez aún sea válido para ir más allá de lo virtual. 

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