martes, 25 de febrero de 2014

IMPOTENCIA








     Le doy vueltas a los enunciados con los que tropiezo y en los que encuentro el concepto griego “poder del pueblo”, democracia. Llevo años, tal vez desde mi estreno como votante en un sufragio, paladeando como un caramelo insípido esta sustancia extraña que me ofrecieron amablemente. No reparé en aquel momento en qué era yo como ente, es decir, qué era en el marco del sufragio, quien era y qué podría ser en una sociedad que me invitaba y al mismo tiempo reclamaba mi derecho al voto,  y lo peor es que en mi estreno el caramelo tenía un sabor dulce.
 Con el paso de los años le he dado muchas vueltas a los enunciados, supongo que con la intención de esclarecer el misterio de la palabra mágica. Uno de los últimos traspiés resultó ser un libro recientemente editado. “La impotencia democrática”, de Ignacio Sánchez-Cuenca, publicado en Libros de la Catarata. Desde la visión de la ciencia política el autor diagnostica la impotencia en la pirámide política ante por ejemplo el hecho de que en España se han perdido cuarenta mil millones de euros en ayudas a los bancos y que estos ahora se nieguen a revitalizar la economía. Las consecuencias sociales ya las conocemos.
 En otro trompicón me doy de bruces contra “La impotente democracia”. Una noticia sin censuras del movimiento Proyecto Goliath sobre cómo las quince familias más influyentes del Ibex 35 presionan al gobierno y a la oposición en el uso de las inversiones para que tomen estrategias y discursos de ambigua connivencia. Fue  una caída fortuita y sin importancia, y cuando me levanté me pregunté cómo podría averiguar la veracidad de la noticia y por los intereses ocultos de este Movimiento de apariencia altruista  o de otros de parecida índole como algunos grupos del 15M, el diario.es o el periodista.es entre otros muchos. Sentencié con un  ¡Yo no voté al Banco  Santander!
   El último cambalud (me aliviaría saber que hay gente tan torpe como yo) fue en el mockihg-docu de un tal Jordi Évole, personaje inverosímil por su aspecto normalísimo y enorme fama en este país de famosos pájaros raros. Choqué contra “La democracia e impotencia”. Fueron momentos delirantes y lúcidos para quienes pensamos que el pueblo debe ser gobernado por sí mismo y no por el filtro de la mentira. Seguro que lo fueron. Sin embargo, se recordará sobre todo por su share de 6,2 millones de telespectadores.

  Será entonces cierto lo que pensaba J-J.Rosseau: “un pueblo que se entrega a sus representantes deja de ser libre”.

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