Le doy vueltas a
los enunciados con los que tropiezo y en los que encuentro el concepto griego
“poder del pueblo”, democracia. Llevo años, tal vez desde mi estreno como
votante en un sufragio, paladeando como un caramelo insípido esta sustancia
extraña que me ofrecieron amablemente. No reparé en aquel momento en qué era yo
como ente, es decir, qué era en el marco del sufragio, quien era y qué podría
ser en una sociedad que me invitaba y al mismo tiempo reclamaba mi derecho al
voto, y lo peor es que en mi estreno el
caramelo tenía un sabor dulce.
Con el paso de los
años le he dado muchas vueltas a los enunciados, supongo que con la intención
de esclarecer el misterio de la palabra mágica. Uno de los últimos traspiés
resultó ser un libro recientemente editado. “La impotencia democrática”, de
Ignacio Sánchez-Cuenca, publicado en Libros de la Catarata. Desde la visión de
la ciencia política el autor diagnostica la impotencia en la pirámide política
ante por ejemplo el hecho de que en España se han perdido cuarenta mil millones
de euros en ayudas a los bancos y que estos ahora se nieguen a revitalizar la
economía. Las consecuencias sociales ya las conocemos.
En otro trompicón me
doy de bruces contra “La impotente democracia”. Una noticia sin censuras del
movimiento Proyecto Goliath sobre cómo las quince familias más influyentes del
Ibex 35 presionan al gobierno y a la oposición en el uso de las inversiones
para que tomen estrategias y discursos de ambigua connivencia. Fue una caída fortuita y sin importancia, y cuando
me levanté me pregunté cómo podría averiguar la veracidad de la noticia y por
los intereses ocultos de este Movimiento de apariencia altruista o de otros de parecida índole como algunos
grupos del 15M, el diario.es o el periodista.es entre otros muchos. Sentencié
con un ¡Yo no voté al Banco Santander!
El último cambalud
(me aliviaría saber que hay gente tan torpe como yo) fue en el mockihg-docu de
un tal Jordi Évole, personaje inverosímil por su aspecto normalísimo y enorme
fama en este país de famosos pájaros raros. Choqué contra “La democracia e impotencia”.
Fueron momentos delirantes y lúcidos para quienes pensamos que el pueblo debe
ser gobernado por sí mismo y no por el filtro de la mentira. Seguro que lo
fueron. Sin embargo, se recordará sobre todo por su share de 6,2 millones de
telespectadores.
Será entonces cierto
lo que pensaba J-J.Rosseau: “un pueblo que se entrega a sus representantes deja
de ser libre”.
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