Esto de la literatura da para mucho. Y por supuesto esta tribuna
también.
En la
Transmodernidad (un amigo profesor de filosofía política me dijo que este
término es utilizado según la conveniencia del interlocutor por el tema a
tratar. Algo así como un delta cuántico de la Postmodernidad, como la paradoja
del gato de Schrödinger, una teoría que demuestra que un animal puede está vivo
y muerto al mismo tiempo a causa del comportamiento azaroso de las partículas
subatómicas) la pulsión de la psique colectiva puede medirse por la vigencia y
caducidad de los modelos narrativos. Para entendernos voy a ser un poco
salvaje.
La postmodernidad ha sido raptada por decreto.
Al menos en lo que se refiere a literatura en España. Y si nos referimos a la
literatura nos estamos refiriendo a todo, aunque le pese a aquellos y aquellas
que obvian a las letras y piensan que lo que se cuente y cómo se cuente es un
fenómeno ajeno a la vida de este país.
En la terminología
de cifras que utiliza el escritor y crítico Alberto Olmos en su blog
“Lector-Malherido: Juan”, espacio que desde 2005, a pesar de las censuras
recibidas, más hirientes para la libertad de expresión por cierto que por sus
contenidos feroces, en España hay unos cien mil lectores-consumidores que jamás
se han planteado en ningún momento qué es buena o mala literatura. La cifra es
demoledora en un lugar de más de cuarenta y siete millones de habitantes.
¡Benditos consumidores, si tenemos en cuenta el caso a tratar! Junto a estos,
como monjes de clausura o lectores ignorados por la literatura de los que ni
leen y por la de los que leen lo que les echen, existen unos ¡seis mil!
(deseemos que sean algunos más, por el bien de las estadísticas de marketing) que
compran y leen revistas y suplementos literarios.
En los últimos
lustros, tal vez décadas, la literatura de dominio de esos seis mil monjes
resultó “fragmentaria”, muchas veces sin un argumento evidente, como un puzle
de temáticas caprichoso, cabía hasta el remake de obras maestras. ¿No nos
debería sonar estas alarmas a un mundo archiconocido? Sí, evidentemente son la
esencia de nuestra sociedad. Las realidades superpuestas de nuestra democracia
raptada por los inversores y el capital. Sin embargo, de repente, para seducir
a algún que otro lector del gran lote de los cien mil benditos tal dominio
vuelve a manos de defensores de postulados eminentemente decimonónicos.
Me he expresado como un salvaje, pero si leen “Imtemperie” de
Jesús Carrasco, el libro más vendido en España en 2013 entre los lectores-monjes,
quizá no lo parezca tanto. Incluso podrían pensar que la anacronía y el
despiste también se venden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario