martes, 18 de marzo de 2014

HACEDORES









Richard Bucksminster Fuller ideó un método con el que demostró que con dos horas de sueño al día teníamos más que suficiente para trabajar y obtener una vida sana al mismo tiempo. Imagínense a Sócrates, para quien dormir ocho horas era una gran pérdida de tiempo, inventando su Mayéutica y perfilando su ironía con la ignorancia de sus contemporáneos con seis horas más de estudio y observación,  a personajes  como Leonardo Da Vinci, Thomas Alva Edison o Napoleón, que según parece también practicaron un método parecido, robándoles horas a la oscuridad para optimizar sus sueños con técnicas sublimes, máquinas y maquinaciones, los sueños que todos los mortales necesitamos para evitar que aparezcan hormigas en el aire. Tanto los que encontramos en la fase REM como los que nos proporciona Morfeo.  
   Bucksminster fue el rey de la sostenibilidad en el siglo XX. Una especie de integrista de la ecología que dedicó toda su vida a intentar descubrir si se podía mejorar la condición humana (¿condiciones de vida y de actitud también?) de una forma que no podían hacer los gobiernos, las grandes organizaciones o las empresas privadas. Es decir, un superanarquista independiente de la teoría y la praxis que bebió del pensamiento malthusiano, corriente sociológica que demuestra a todas horas desde la primera revolución industrial que los sistemas de producción son incapaces de abastecer de suficiente alimento a toda la población del planeta.
   En 1943 la revista TIME publicó su estudio. Bucksmister se sometió a sí mismo durante dos años a un sistema del sueño que contemplaba escrupulosamente todos los factores de riesgo, inclusive la onirología, que consistió en dormir en paréntesis de treinta minutos cada seis horas. Veintidós horas despierto al día con retiros polifásicos resultó al final, según él, una incompatibilidad con el resto del mundo que le hizo abandonar. Su pensamiento sinérgico ejemplarizado en sus cúpulas geodésicas y su concepto Dymaxion para obtener lo máximo de cada material e incluso de nosotros mismos le convierten en uno de los principales metanarradores  del siglo XX. Algo así como un profeta y artesano de la humanidad.
   Dormir sucinta y eficazmente desde un punto de vista científico puede darnos una perspectiva que nos acerca a una visión del gran Hacedor, de esa fuerza misteriosa que da vida y a la vez destruye, de una luz que por comprender y saber puede llevarnos a los límites de la locura, de la segregación. Por contra no es precisamente la imagen convencional del paraíso que siempre nos han vendido la de que cada cual se programe como quiera y busque.

     

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